Diego Velázquez de Silva pintó La Rendición de Breda (también conocido como Las Lanzas) hacia 1635. El cuadro tiene unas dimensiones de 307,3 x 371,5 cm, fue pintado al óleo sobre lienzo, y actualmente se encuentra expuesto en el Museo del Prado.
Esta obra maestra del Barroco representa la rendición de la ciudad de Breda a las tropas del rey Felipe IV. Pero lo que aquí nos ocupa es la estructura que utilizó el pintor para estructura la composición. Esta estructura está basada en la Proporción Áurea, y ha permanecido oculta durante casi 400 años.
La proporción Áurea (también conocida como Sección de Oro, Proporción Divina, etc.) equivale a 1,618. En consecuencia, este número es conocido como «Número de Oro», «Número Divino», e incluso a veces como «Número de Dios». Seguramente es la proporción más conocida. Es muy utilizada en el ámbito del arte y el diseño. Se encuentra al mismo tiempo en la naturaleza y por lo tanto en el ser humano.
Existen numerosos estudios que analizan la presencia de la sección Áurea en la obra de Velázquez. Nos permitimos sugerir como uno de los más interesantes el de Antonio Sáseta sobre las Meninas: Las Meninas. Magia catóptrica. La reconstrucción tridimensional del cuadro. En el caso de la Rendiciónd de Breda, siempre llamó nuestra atención la extraña curva que forma el humo, que conecta con la curva que forma el cuello del caballo que aparece representado en primer término, así que nos propusimos investigar qué había detrás.
En primer lugar dividimos la longitud vertical por número de Oro (1,618), y comprobamos que coincide con las cabezas de los soldados.
En segundo lugar, la división de la longitud horizontal por la Proporción Áurea coincide con la primera lanza de los soldados españoles (en la zona de la derecha), mientras que la mitad de la división izquierda coincide con la primera lanza de los soldados holandeses.
Y en tercer lugar comprobamos que la pista del humo y el caballo nos estaba indicando que la línea estructural principal de la obra no es otra que la Espiral Áurea, que empieza en el papel en blanco que Velázquez acostumbraba a usar a modo de firma y finaliza en el brazo que entrega la llave. Es decir, la clave del cuadro. El acertijo estaba resuelto.
Si vais a Madrid, aprovechad la oportunidad de observar esta obra en directo. Y si deseáis saber más acerca de las estructuras utilizadas por los grandes maestros de la pintura, podéis hacerlo leyendo el libro de Charles Bouleau Tramas. La geometría secreta de los pintores.