Uno. Los gatos. Los gatos tienen cicatrices. Los gatos tienen cicatrices y voz de niña: por eso me asustan. Hay un gato en cada uno de nosotros. A mí me caben tres en el estómago, y giran, y giran, con esas uñas crueles. Los gatos. Los gatos beben leche antigua. Comen proteínas. Me dejan dormir.
Dos. Después de tantos libros (Siddhartha Mukherjee, David Foster Wallace, Anatole Broyard) compartidos -casi leídos al mismo tiempo-. De tantos espacios comunes (eh, acabo de estar en el C3Bar, eh, acabo de pasar por esa misma calle, eh, acabo de ver a tu hermano I, que es con quien trabaja mi novio I, eh, eh, cuándo una mañana o una noche). De tantos sí, me gusta, el gato, la cámara, la foto de aquella casa. De tanto, por fin conozco a M. Y tomo cerveza con I, M y M. Y me quemo la piel porque el sol de septiembre es tan tonto. Y hablo feliz. Y siento la esperanza.
Tres. Acompaño a otra Miau a la tienda de tatuajes. En noviembre hará tres años desde mi última tinta/piel. De verdad que lo echo de menos. De verdad que lo necesito.
Cuatro. Jacob perfila los poemas mientras Jesús ultima la portada. Todo preparado para laedición estadounidense de La tumba del marinero. Todo preparado y perfecto para que las vísceras retumben en otro idioma. Sibiu en el horizonte. Londres en el horizonte. Nueva York en el horizonte. La poesía es una especie de agencia de viajes. Me sorprendo al imaginar tantos aviones.
Cinco. Salir corriendo. Salir corriendo. Te han robado un bien ¿preciado? Salir corriendo.
Cinco cosas que quiero deciros y una cita. Luna de Miguel. 14 de septiembre de 2013.
Ilustración de Aleksandra Waliszewska.